Posada de Barrio

Rosy Arango armó tremenda celebración con una Posada de Barrio.

En un Lunario del Auditorio Nacional engalanado al puro estilo de las vecindades del México de antaño, Rosy Arango armó tremenda pachanga el pasado 12 de diciembre con una posada que hizo recordar aquellos buenos tiempos. Desde que los invitados llegaron al recinto, el ambiente ya olía a fiesta mexicana: en cada mesa había silbatos, maracas, cascabeles y velitas LED, que los presentes usaron para prender el ambiente con una gran algarabía.

La noche arrancó con un recibimiento muy mexicano: Un ponchecito calientito preparado por Marthita de la Reina Oaxaca y una bolsita con aguinaldo tradicional que puso a todos en modo navideño.

El espectáculo fue una verdadera producción donde Rosy estuvo acompañada por Nuestro Mariachi de Enrique Cruz, un ensamble dirigido por el maestro Adrián Carrillo y el Ballet Folklórico el Huizache de la Ciudad de México, quienes enfundados en sus trajes típicos, le dieron vida a personajes como el diablo y el ángel de las pastorelas mexicanas. 

La Rosa Mexicana arrancó con un emotivo agradecimiento a la Virgen de Guadalupe en su día e interpretó Mi Virgen Ranchera, una emotivacanción del maestro Chucho Monge. Posteriormente, el repertorio de canciones navideñas como «Las Indítaralas» del maestro Óscar Chávez y «Chilpayatito Dios» de Carlos Eguía González, pusieron el ambiente festivo. Luego vino un momento significativo: la letanía para pedir posada, donde el público cantó como si estuvieran en el mero barrio.

Y como en toda buena posada que se respete, no podía faltar «Amarga Navidad» del mismísimo «Rey» José Alfredo Jiménez. De ahí, el ambiente se fue calentando con un popurrí que hizo suspirar a más de uno con canciones de José Alfredo y Juan Gabriel, que el públicó coreó de principio a fin con mucho sentimiento, como quien se sabe la historia de memoria.

La cosa se puso más sabrosa cuando entraron los ritmos de la Sonora Santanera. Ahí sí, nadie se aguantó y la pista se llenó de bailadores. Los Ángeles Azules pusieron la cereza del pastel con sus éxitos que pusieron a brincar hasta al más tímido. Pero la gente quería más, y Rosy regresó al escenario para rematar con música ranchera que hizo vibrar las paredes del Lunario.

Para cerrar con broche de oro, se repartieron dulces entre los asistentes, quienes salieron del Lunario con una sonrisa de oreja a oreja. Una vez más, Rosy Arango demostró que sabe cómo sorprender a su público con conceptos originales que rescatan las tradiciones más entrañables de nuestro México lindo y querido.

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