El Llamado del Vientre Materno

Hay un canto que solo las hijas pueden escuchar, un eco antiguo que nace en lo más profundo del vientre materno y viaja a través del tiempo, como el susurro del mar en el interior de una caracola o el piar de un ave llamando a su cría entre la espesura. Es un llamado que no entiende de distancias ni de horas, que vibra en el aire cuando una hija se aleja para seguir su destino, cuando el amor la guía por otros caminos o cuando la vida la invita a volar.

Ese lazo invisible, tejido con hilos de amor y savia de la sangre, une a las madres con sus hijas y a las hermanas entre sí. Es un latido compartido que se siente en la piel, en el alma, en el susurro del viento cuando el corazón anhela el regreso.

No importa cuán lejos vuele una hija, siempre llevará en su pecho el eco de esa voz materna, dulce y eterna, que le dice sin palabras: ¡Aquí estoy, aquí estaré, aquí te espero!

Posada de Barrio

Rosy Arango armó tremenda celebración con una Posada de Barrio.

En un Lunario del Auditorio Nacional engalanado al puro estilo de las vecindades del México de antaño, Rosy Arango armó tremenda pachanga el pasado 12 de diciembre con una posada que hizo recordar aquellos buenos tiempos. Desde que los invitados llegaron al recinto, el ambiente ya olía a fiesta mexicana: en cada mesa había silbatos, maracas, cascabeles y velitas LED, que los presentes usaron para prender el ambiente con una gran algarabía.

La noche arrancó con un recibimiento muy mexicano: Un ponchecito calientito preparado por Marthita de la Reina Oaxaca y una bolsita con aguinaldo tradicional que puso a todos en modo navideño.

El espectáculo fue una verdadera producción donde Rosy estuvo acompañada por Nuestro Mariachi de Enrique Cruz, un ensamble dirigido por el maestro Adrián Carrillo y el Ballet Folklórico el Huizache de la Ciudad de México, quienes enfundados en sus trajes típicos, le dieron vida a personajes como el diablo y el ángel de las pastorelas mexicanas. 

La Rosa Mexicana arrancó con un emotivo agradecimiento a la Virgen de Guadalupe en su día e interpretó Mi Virgen Ranchera, una emotivacanción del maestro Chucho Monge. Posteriormente, el repertorio de canciones navideñas como «Las Indítaralas» del maestro Óscar Chávez y «Chilpayatito Dios» de Carlos Eguía González, pusieron el ambiente festivo. Luego vino un momento significativo: la letanía para pedir posada, donde el público cantó como si estuvieran en el mero barrio.

Y como en toda buena posada que se respete, no podía faltar «Amarga Navidad» del mismísimo «Rey» José Alfredo Jiménez. De ahí, el ambiente se fue calentando con un popurrí que hizo suspirar a más de uno con canciones de José Alfredo y Juan Gabriel, que el públicó coreó de principio a fin con mucho sentimiento, como quien se sabe la historia de memoria.

La cosa se puso más sabrosa cuando entraron los ritmos de la Sonora Santanera. Ahí sí, nadie se aguantó y la pista se llenó de bailadores. Los Ángeles Azules pusieron la cereza del pastel con sus éxitos que pusieron a brincar hasta al más tímido. Pero la gente quería más, y Rosy regresó al escenario para rematar con música ranchera que hizo vibrar las paredes del Lunario.

Para cerrar con broche de oro, se repartieron dulces entre los asistentes, quienes salieron del Lunario con una sonrisa de oreja a oreja. Una vez más, Rosy Arango demostró que sabe cómo sorprender a su público con conceptos originales que rescatan las tradiciones más entrañables de nuestro México lindo y querido.

DÍA DE MUERTOS

En esta foto, mamá, te veo de pie frente a la ofrenda, y de pronto siento que regreso en el tiempo. Te imagino como cuando eras niña, con esa curiosidad infinita y una sonrisa que se encendía con cada pequeño misterio en el rancho, allá en nuestro hermoso Oaxaca. Imagino cómo jugabas en torno a la ofrenda, cada año, cuidando de que los cempasúchiles y las velas estuvieran en su sitio, tratando de no respirar tan fuerte para no mover las guayabas perfumadas, tus favoritas.

Y me hace gracia pensar cómo, cuando se acercaban esos mosquitos de fruta —pequeñas ánimas que revoloteaban—, tú te asustabas un poco, creyendo que eran las almas de aquellos a quienes tanto querías, viniendo a visitarte. ¿Te acuerdas? Decías que te daban cosquillas en las manos, y corrías a escondértele a la abuela, quien te abrazaba riendo, mientras te decía que esos espíritus solo querían probar de las ofrendas, como tú.

Hoy, aunque el tiempo ha pasado, al verte en esta foto siento que sigues siendo esa niña curiosa. La misma que guarda en su corazón cada anécdota, cada historia de nuestra tierra, con el mismo amor y respeto. Aquí estás, de pie, frente a la ofrenda, como entonces, cuidando cada detalle, y siento que, por un instante, el tiempo no ha pasado. En esta noche, entre los aromas y los recuerdos, el rancho vuelve a vivir en ti.

Leyenda de Doña Marthita, la cocinera oaxaqueña que conquistaba corazones

Cuenta la leyenda que una cocinera oaxaqueña, cautivaba corazones con su excepcional sazón y, particularmente, con su incomparable mole negro, una mezcla secreta de ingredientes exquisitos y cuidadosamente seleccionados: chile pasilla, chile mulato, chile ancho, chocolate negro, almendras, cacahuetes, plátano macho, canela, clavo, pimienta, entre muchos otros.

 

Se dice que, esta cocinera, preparaba su mole con una devoción especial, y que cada ingrediente era tratado por ella con reverencia, ejecutando cada paso del proceso con maestría. Cuando alguien probaba su creación, quedaba hechizado por el sabor único y profundo de su platillo.

 

¿Qué cuál era el secreto? Se murmura que el ingrediente más importante que usaba era su gran corazón, lleno de amor y pasión por la cocina y por aquellos a quienes alimentaba y que percibían como un apapacho, el amor y la calidez que agregaba.

 

Aquellos que probaban su famoso mole negro, no sólo quedaban con el estómago lleno, sino también con el corazón repleto de amor y gratitud hacia Doña Marthita, la cocinera, y hacia la tierra que la vio nacer, Oaxaca.

 

Su historia se convirtió en una leyenda, recordando a todos que el verdadero arte de la cocina radica en el amor y la pasión que se le dedica.

Rosy Arango enciende el patriotismo en el Lunario con su «Noche Rosa Mexicana»

Ciudad de México, 15 de septiembre de 2024. El Lunario del Auditorio Nacional se vistió la noche del 14 de septiembre de fiesta tricolor con el esperado concierto de Rosy Arango, «Noche Rosa Mexicana», que marcó el inicio de las celebraciones por el 214 aniversario de la Independencia de México.

Desde temprana hora, una marea de sombreros, rebozos y trajes típicos inundó las inmediaciones del recinto. El ambiente festivo era palpable incluso antes de que se abrieran las puertas. «Venimos desde Guadalajara sólo para esto», comentó emocionada María Fernández, una fan de 62 años, mientras esperaba en la fila.

En punto de las 21:00 horas, las luces se atenuaron y un silencio expectante se apoderó del lugar. Los primeros acordes de Nuestro Mariachi, anunciaron la llegada de Rosy al escenario, desatando una gran ovación.

Ataviada con un espectacular traje charro en color plata, Rosy cautivó al público desde el primer momento. Su voz, potente y emotiva, llenó cada rincón del Lunario, transportando a los asistentes a través de un viaje por la rica historia musical de México.

El repertorio, cuidadosamente seleccionado, incluyó clásicos como «Paloma Negra», «México Lindo y Querido» y «¡Viva México!», entre otros. Cada canción fue recibida con entusiasmo por el público, que no dudó en unirse al coro, convirtiendo el concierto en una experiencia verdaderamente participativa.

Un momento particularmente emotivo se vivió cuando Rosy interpretó «Cuando el destino” de José Alfredo Jiménez. Las luces del recinto se atenuaron y cientos de celulares se encendieron, creando un mar de estrellas que acompañó la interpretación.

La presencia del Mariachi y la magistral guitarra de Adrián Carrillo añadieron profundidad y riqueza a las interpretaciones. «Es como si cada nota contara una historia de nuestro México», comentó visiblemente emocionado Jorge Ramírez, un joven de 25 años que asistió al concierto con su abuelo.