Algo de su historia y origen
Hay ciertas fechas, cuando conmemoramos nuestra identidad y logros como pais, en las que nos sentimos más mexicanas y portamos orgullosamente algo que nos identifique como tales. El rebozo es un buen ejemplo de ello.
Según Alfredo Ramos, rebozo “es el paño de hombros para envolver el corazón de la mujer y prolongar la ternura de sus brazos”.
Fue una sorpresa el no encontrar datos concretos acerca de su nacimiento (del rebozo, no de Alfredo Ramos).
Obviamente, es el resultado del sincretismo cultural, ya que en las crónicas prehispánicas se mencionan mantos, huipiles, ayates, fajas, quechquemétls, enredos, etc., pero no rebozos. Con excepción del dominico Fray Diego Durán en 1572, ningún cronista describe el rebozo en su forma actual.
Sin embargo, en 1625 Tomás Gage, dominico inglés, al hablar del vestido utilizado por negras y mulatas, dice: “se encuentran otras en la calle que, en lugar de mantillas, se sirven de una rica faja de seda, de la cual se echan parte al hombre izquierdo y parte sostienen con la mano derecha…”, lo que nos hace suponer que se trata de un rebozo tal como lo conocemos.
Ahora bien. Estamos hablando de fusión de culturas ¿pero de cuáles? La indígena, por supuesto, con… y ahí empiezan las discrepancias: mientras unos afirman que el rebozo llegó por Acapulco bajo la forma de sari hindú y, posteriormente, fue transformado en Puebla para adquirir su carta de naturalización como rebozo; otros dicen que es una mantilla española transformada por el tocado indígena, o lo que es casi igual, un un manto, tocado o ayate transformado por la seda, que fue conocida aquí, al igual que la lana, al traerlas Hernán Cortés.
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