Se dice que la China Poblana fue una princesa oriental que al ser robada por los piratas que navegan cerca de su reino, al encontrarla a ella y a su hermano, que en ese momento eran dos niños jugando en la bahía, decidieron raptarla para llevarla consigo y venderla como esclava en las costas del puerto de Acapulco. Supuestamente, esta mujer de nombre Mirrah al ser bautizada en el barco pirata se convirtió en Catarina de San Juan, a quien una familia de alto estatus económico en Puebla decidió comprar en Acapulco a través de un sirviente que la trajo a radicar a la ciudad Angélica.
Tal fue la nostalgia que Catarina de San Juan sentía por su patria, que al crecer decidió comprar telas de diversos colores y adornarlas con chaquiras, canutillos y lentejuelas a la usanza oriental, creando una simbiosis entre lo mexicano y lo árabe que se convirtió en el traje típico del Estado, el traje de China Poblana.
Sin embargo, la vida de esta mujer se ha reducido a la vestimenta tradicional, dejando de lado todos lo aportes que dio a la ciudad, ya que se le conoció como una visionaria del periodo colonial que al parecer, padeció de esquizofrenia, la cual se vio reflejada en las visiones que esta mujer tuvo y que le generaban un medio de escape de la realidad.
Así, al considerársele casi una santa del siglo XVII Catarina de San Juan vistió durante toda su vida de una forma honrada, es decir, casi monacal con mangas hasta los puños y vestidos que no dejaban ver ni la punta del zapato; aspectos que se entretejieron con su forma de hacer el bien mediante el desarrollo puntual de una vida cristiana, apegada a la religión en donde no había cabida para el lujo y las excentricidades, como sería una tela de colores llamativos o el uso de lentejuelas.
Yo portó un traje estilizado evocando la tradición y representa a una nueva generación que ama a esta perla mexicana .